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MEXICO 68, Sala de Arte Público Siqueiros
Jorge Reynoso Pohlenz

El 40° aniversario del Movimiento Estudiantil de 1968 fue conmemorado con una cantidad considerable de eventos: exposiciones, publicaciones, conferencias, programas televisivos y radiofónicos. No solamente la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional - herederos directos del movimiento del 68 - programaron un destacado número de actividades, sino también la ciudad y otras instituciones públicas y privadas. Al parecer, la tragedia de Tlatelolco y la represión gubernamental al movimiento del 68 están siendo asimilados, desde la perspectiva política, de una manera similar a cualquier acontecimiento histórico trágico y relevante que se encuentra a una respetable y segura distancia en el pasado. La asimilación institucional de ese tipo de acontecimientos implica otorgarles una lectura positiva: son una lección, una moraleja, un suceso que nos permite encaminar los pasos hacia el proyecto de nación que aspiramos. Dentro de este punto de vista – mezcla de historia documental e interpretación política de un “destino histórico” - el movimiento del 68 fue un antecedente fundamental para el desarrollo democrático de México, ya que propugnaba por espacios más amplios y legítimos de participación social, espacios inexistentes hace cuarenta años. Sin embargo, esta lectura en ocasiones soslaya el ejercicio de contrastar las exigencias y expectativas del movimiento del 68 con los posibles logros y el estado actual de la democracia mexicana. El proceso de “musealizar” el 68 puede derivar en una homologación de sus sentidos, de sus causas y efectos, reduciendo su complejidad y paradojas por medio del proceso de divulgarlo y adaptarlo a los actuales juegos de poder y al vigente mosaico institucional.

Por otro lado, la musealización de las tragedias históricas generalmente recurre a medios popularmente efectivos y emotivos de poética audiovisual: la asimilación social de lo trágico generalmente privilegia la catarsis poética frente a los, posiblemente imposibles, ejercicios de racionalización. Cuando la tragedia no es la muerte de un héroe, sino un genocidio es la poética de lo cuantitativamente abominable lo que se destaca, a no ser que se recurra a la estrategia de la novelística, en la que se relatan los avatares de algunos personajes representativos y entrañables. Heidrun Holzfeind descartó ambas posibilidades, optando por el aparentemente frío medio de la recopilación documental. Pero la forma en que Holzfeind desplegó el proyecto documental no descarta una aproximación emotiva, sino que la retorna a los mismos actores del movimiento estudiantil, actores que, desde el punto de vista del presente, evalúan y sopesan las repercusiones personales y sociales de su participación en el movimiento. Innegablemente, este proyecto de Holzfeind exige al público un grado de atención y disciplina distante al de muchas obras de arte contemporáneo relacionadas con la reflexión histórica. Pero el esfuerzo de atender la totalidad de las entrevistas y otros documentos permite experimentar la “retrospección” del 68 mexicano de una manera más próxima al horizonte de las relaciones humanas, horizonte que admite la paradoja, la complejidad y la problematización de las relaciones entre los individuos y su mundo.

Celebro que este proyecto se haya presentado en México en la Sala de Arte Público Siqueiros. Si bien este muralista estaba convencido de que la verdadera transformación social debía provenir de las bases proletarias y no de las iniciativas estudiantiles, él mismo fue recluido cuatro años por el delito de “disolución social” que los estudiantes exigían derogar, y cuando la represión gubernamental comenzó a ensombrecer la vida universitaria, no dudó en apoyar la legitimidad social del movimiento. Si bien la visita a la exposición en la SAPS no sumó marejadas masivas de público, la constancia de muchos jóvenes y testigos del 68, algunos de ellos revisando las entrevistas por más de cuatro horas, confirma que los valores cualitativos todavía tienen espacio en los museos frente a las demandas cuantitativas. Considero que la aspiración de Siqueiros de que la Sala se abriera hacia las manifestaciones del arte socialmente comprometido es totalmente coherente con la inclusión de obras que, como la de Holzfeind, presentan y exigen una actitud consciente y reflexiva en torno a la realidad y sus antecedentes.

Jorge Reynoso Pohlenz, 2008